sábado, 10 de noviembre de 2007

Gato con guantes

Frido era un gato muy fino,
distinguido y señorial,
la elegancia de un minino,
parecía una postal.

Las uñas quería tener
afiladas a más no poder.
Arañaba y arañaba
la madera en su rincón.
Y que no se estropearan,
era su gran preocupación.

Por eso usaba guantes,
pues era muy elegante.

Guantes blancos por el día
cuando salía a pasear,
guantes negros por la noche,
si con la luna iba a bailar.

Usaba guantes de goma
para fregar la vajilla.
Usaba guantes de seda
para limpiar su mejilla.

Con las patitas enguantadas,
protegidas, bien mimadas,
saltaba sin hacer ruido,
muy valiente y decidido.

Solo una cosa no podía
hacer con guantes jamás;
todo el mundo lo sabía
y él lo sabía aún más...

Pero un día se olvidó
y los guantes no se quitó.
Un ratón vio pasar
y se lanzó a cazar.

Sus patas resbalaron
sobre la piel del ratón,
los guantes se rompieron
sin conseguir ni un mechón...

Porque gato con guantes no caza...
¡No caza ni un melón!

sábado, 3 de noviembre de 2007

Otoño

Un paseo por Ordesa...



El otoño ya ha tocado con sus manos mágicas los bosques convirtiéndolos en una cueva de colores rojos, amarillos y ocres. Las fotos fueron tomadas el sábado pasado en el valle de Ordesa, en una excursión por esos bosques de hayas en los que crees que te va a salir un duende a la vuelta del camino. Pronto todas las hojas estarán en el suelo, los árboles se preparan para dormir y resistir el invierno.
Ahora solo nos falta que llueva, para que el otoño cumpla otra de sus misiones: humedecer y preparar la tierra para la primavera. Que se note el paso del otoño en la humedad de sus bosques. Y también le pido al señor invierno que traiga un poco de nieve en su equipaje. Nieve para todos: para las montañas, para los ríos, para que los niños puedan hacer gordos muñecos de nieve…


Nosotros también podemos dejar caer nuestras hojas secas, arrojando todas aquellas cosas que nos sobran: los temores, las rabias, los enfados. Respirad el aire frío del invierno que nos hace fuertes, dejaos envolver por el abrazo de los que os quieren y que os dará calor en el corazón. Jugad con las hojas secas y el viento, con la nieve que congelará vuestras risas; leed libros en casa, calentitos, para alegrar vuestra cabeza sedienta de aventuras.

Que la melancolía del otoño nos haga un poco más fuertes y, aunque parezca una contradicción, más felices.