domingo, 25 de agosto de 2013

Sin calcetines. Unisex

Jugábamos al tenis juntas, desde niñas. A los quince años nos tocó el monitor guaperas, un rubio que volvía locas a todas las chicas del club. Marta estaba totalmente colada por él, se lo comía con la mirada en las clases pero él pasaba de ella. Pronto, Marta cambió a la estrategia de niña tonta: hacía unos saques desastrosos, para que él se pusiese a su lado, la tomase por la cintura para colocarla en la posición correcta, y así sentir el calor de sus pectorales pegados a su espalda y ese brazo de vello rubio sobre el suyo dirigiendo el movimiento de su raqueta. Mientras nos cambiábamos en el vestuario, ella me susurraba entre risas, cosquilleándome la oreja, cómo se derretía al oler su sudor dulce pegado en su cuello. A mí me gustaba hacerle sufrir, y le decía que él solo tenía ojos para las mujeres mayores, era el gigoló del club, el juguete de las maduritas. Ella no quería creerlo, pero acababa diciendo:
—En realidad no sé porque me gusta, es solo un pijo de mierda.

—Me apuesto un batido a que no te atreves a salir a la pista sin bragas —la reté un día.
Ella se sonrojó, seguro que se imaginaba a sí misma con su inocente faldita ondulando a su alrededor, para mostrarle en una volada de cierzo su secreto velado.
—¿A que sí? —se rió provocativa, y yo le dije:
—Ven, entra en mi vestuario.
Se quitó con decisión el sujetador, sus pezoncillos punzando la camiseta blanca, luego los calcetines blancos, que plegó con cuidado en el banquillo.
—Venga —la animé—, ahora, las bragas.
Deslizó las bragas blancas, corriéndolas con suavidad a lo largo de sus piernas.
—Es lo más desnuda que puedo estar ahí fuera —me dijo con la misma sonrisa que dedicaba al rubio creído.
Permaneció un instante así, sin bragas y mirándome a los ojos. Llevé mi mano bajo su falda y ascendí despacio por sus muslos, ella se tensó, pero se acercó más a mí, y noté que su respiración se aceleraba; en aquel ascenso, mi corazón subía también hasta mi boca. Encontré su secreto mojado entre el vello espeso y lo acaricié cerrando los ojos, mientras posaba mis labios en los suyos.
Su madre nos sacó a gritos del paraíso:
—¡Chicas, ¿qué estáis haciendo?! La clase ya ha empezado.
Marta salió corriendo del vestuario, con la raqueta en la mano, le dijo a su madre que no había otro libre, como excusándose por estar juntas.

Yo recogí sus calcetines y el sujetador, pero sus bragas no aparecían por ningún lado. Me di cuenta de que había ganado la apuesta, pero que también ella me había ganado a mí.

* * *
Mi nuevo relato para la última propuesta de los viernes creativos de el bic naranja, este fue el micro con el que participé. Esta vez había que escribir una historia inspirada en estas palabras: calcetines blancos unisex. Pásate por aquí para leer otros autores con otras historias.

3 comentarios:

Esilleviana dijo...

Ensayos y puesta en práctica adolescentes. Genial.

un saludo

Miguelángel Flores dijo...

Joé, pues podrías enviar este al sitio donde Ana Vidal ha enviado uno suyo...

puri.menaya dijo...

Miguel Angel, ¿a dónde lo tengo que enviar???? Chívamelo, anda